Beatriz, defensora de los derechos de la mujer, admiradora del actual líder político más popular de México

Beatriz, defensora de los derechos de la mujer, admiradora del actual líder político más popular de México

Beatriz, la promotora de los derechos de la mujer y seguidora del actual líder político más popular de México

Por
Luisa Pérez

septiembre 16, 2024 a las 04:48 GMT-6

Puede que sea la influencia del color violeta, pero en la última celebración del Grito de Independencia presidencial encabezado por Andrés Manuel López Obrador, una dama de carácter, alegre y vivaz lucía un traje con lentejuelas en el característico tono púrpura del movimiento feminista.

Danzaba, mostraba su sonrisa y abrazaba a su esposo, respaldando con orgullo su papel en la historia. Me embarga una intensa emoción al presenciar esto. Me conmueve tanto la salida del presidente más querido de la nación como la incertidumbre que deja tras de sí para los litigantes y jueces del Poder Judicial. Lo veo tan convencido y seguro de haber hecho lo mejor, que sería injusto negarle su mayor logro: quedar marcado en la historia como el agente de cambio de una era en nuestro país.

El líder de los desfavorecidos y de las comunidades, aquel que no llegó por acuerdos en privado y que logró superar a aquellos que convirtieron al país en un negocio con privilegios exclusivos. El mismo que truncó prematuramente los sueños de tres generaciones de jóvenes que aspiraban a convertirse en abogados y sumarse a una institución respetable.

Me gustaría analizar detalladamente lo positivo, que es abundante. Sin embargo, la negatividad abruma, es dura y, aunque no sea comparable a la deforestación de vastas extensiones de bosque con sus criaturas salvajes, puede tener un impacto importante.

Hubiera bastado con desplazar a los jueces actuales, pero la multitud en el Zócalo coreaba con entusiasmo “Es un honor estar con Obrador”. Los ojos del presidente se humedecían al escuchar el grito “sí se pudo”. Para todos sigue siendo asombroso.

Otro punto de vista sobre la polémica nueva legislatura

Si López Obrador realmente hubiera deseado continuar en el cargo, lo habría logrado. Sin embargo, ni su conciencia ni su sensatez se lo hubieran permitido. Mientras tanto, lamento la partida del presidente que nos afecta, nos inspiró y, en ocasiones, nos decepcionó. Es un ser imperfecto, es parte del pueblo, es auténtico y en el fondo, buscó ser íntegro. Ninguna crítica, por más detallada o objetiva que sea, podrá eclipsar la alegría de aquellos que sintieron por primera vez que su voto tenía peso.

No obstante, para mí y para muchas mujeres, el apoyo de las esposas de presidentes o políticos es un indicador de su calidad humana.

Recordemos el caso de Angélica Rivera “La Gaviota” que se despidió de su entonces esposo con desdén. Cada día se distanciaba más a través de su mirada y acciones.

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En un país en el que las ex parejas luchan arduamente por obtener pensión alimenticia de figuras públicas como Góngora Pimentel, ex miembro de la Corte, Enrique Peña Nieto, con un hijo nunca reconocido, o cualquier político común, una esposa que ama, admira y respalda a su pareja ejemplifica la integridad moral.

Si Beatriz Gutiérrez Müller continúa mostrando amor, apoyo hacia nuestro presidente y sonríe al mirarlo, podría interpretarse como un indicativo de la integridad moral de López Obrador.

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Así, entre la música, las luces y los aclamaciones de un México despidiéndose de su líder más querido, Beatriz Gutiérrez Müller emergía como una observadora silenciosa de la historia. Un feminismo que se manifiesta con discreción mientras sorprende con sus símbolos de empoderamiento y autonomía. Una mujer que, más allá del amor que profesa, representa una lección que no puede pasarse por alto en una nación donde los relatos de poder y traición han estado entrelazados en tantas ocasiones. Su historia es la de un amor genuino.

Su sonrisa, ese destello violeta que fusionaba el feminismo con la historia actual, no solo reflejaba su apoyo marital; también nos recordaba que el liderazgo no se mide exclusivamente por las leyes instauradas o los discursos pronunciados, sino por el respeto y amor con el que aquellos que conocen al líder más allá de su faceta pública lo honran. Si quienes nos conocen en nuestra intimidad aún nos aman con autenticidad, esto demuestra la ausencia de maldad en nuestras acciones.

Quizás en ese pequeño gesto, en ese abrazo bajo los fuegos artificiales, se esconda una verdad incómoda: en ocasiones, el legado más valioso de un hombre no se encuentra en las reformas que emprende o en las promesas cumplidas o traicionadas, sino en la mirada de quienes, a su lado, aún mantienen fe en él.

Mientras la multitud seguía vociferando “Es un honor estar con Obrador”, no podía evitar pensar que, en el fondo, también era un honor para ella.

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