Incertidumbre en el futuro

Desconcierto en el porvenir

Por
Pablo Soto

Una profunda incertidumbre rodea las decisiones que tomará la presidenta Claudia Sheinbaum y su equipo administrativo. Hasta ahora, la gestión del presidente López Obrador ha sido dominante en forma y enfoque. El estilo de liderazgo que se avecina será distinto, y las circunstancias venideras requerirán correcciones al rumbo actual del proyecto. Gobernar correctamente implica actuar en concordancia con lo justo, sin verse condicionado por afiliaciones partidistas, grupales o posturas ideológicas.

Las especulaciones abarcan desde si López Obrador se apartará de la escena pública, hasta si surgirá algún distanciamiento entre la nueva presidenta y su mentor y promotor. La segunda posibilidad es improbable; en cuanto a la primera, el obradorismo seguirá presente en el gobierno, con o sin su líder, si bien su influencia y vitalidad dependerán de la nueva presidenta. No obstante, es poco probable que se produzca una ruptura política. En definitiva, lo crucial radica en la capacidad de López Obrador para mantenerse al margen de la vida pública, una tarea que no le resultará sencilla, dado que la política ha sido su espacio vital.

La relación entre la presidenta Sheinbaum y López Obrador estará influenciada mayormente por las acciones del segundo. La incógnita reside en si el expresidente mantendrá la entereza necesaria para sobrellevar los ajustes inherentes que den vida al proyecto que él mismo trazó. Con el trascurso del tiempo, se tornará cada vez más complicada, por no decir incompatible, la relación entre el líder y el proyecto, así como entre el proyecto y la eficaz gestión del gobierno. El entorno político actual es tan complejo y dinámico que no puede ser ignorado.

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Los desafíos que aguardan a la presidenta y su equipo en adelante no serán sencillos. Por un lado, las restricciones financieras del gobierno limitarán la posibilidad de emprender nuevas iniciativas o implementar cambios que impliquen gastos adicionales. Es más viable que se espere una reducción en el presupuesto para el año 2025, y si el crecimiento económico no repunta, es probable que esta situación perdure durante el primer trienio; con un gobierno que se dedicará a solventar las deficiencias heredadas del mandato anterior, concluyendo proyectos pendientes y particularmente reduciendo el déficit generado por el manejo presupuestario en el año 2024, que propició las condiciones favorables para la contundente victoria de la coalición liderada por Morena.

Por otro lado, persisten las secuelas de la polarización que, día a día, demuestran su agotamiento. Si bien la división entre los mexicanos antecede al ascenso al poder de López Obrador, éste la fomentó y aprovechó, sin reservas, con una presidencia que no estuvo al servicio de todos, ni siquiera de la izquierda. De otro modo, no se habría militarizado al país, sino que se habría orientado por principios y visiones más amplias de nación, sociedad y gobierno. Aunque el presidente logró captar la adhesión popular, los resultados de su gestión han sido decepcionantes en algunos aspectos y desastrosos en otros. Sin embargo, el clientelismo, el oportunismo de las élites, la connivencia o indiferencia de los sectores de poder y la debilidad de la oposición han contribuido significativamente a su predominio.

La mayoría de la sociedad mexicana respalda el proyecto anti liberal, con un enfoque democrático plebiscitario que presenta marcadas tendencias autoritarias. El nuevo gobierno se inserta en esta realidad, sin un rechazo mayoritario hacia la aspiración de encaminar al país hacia tal destino. Si bien las resistencias y desafectos son minoritarios desde una perspectiva política y marginales en el ámbito legislativo, no son despreciables, especialmente considerando que la corrupción, la violencia y la impunidad socavan la civilidad y la protección de los derechos de todos, afectando también la certeza necesaria para un desempeño económico virtuoso. La retórica de buena voluntad por parte de la presidenta y el gobierno no garantiza certidumbre, la cual emana de un sistema de reglas y de una justicia independiente que sanciona la arbitrariedad gubernamental. Es por ello que un sistema autoritario supone la negación de una sociedad libre y abierta.

La retórica por sí sola no disipará la incertidumbre, ya que las palabras provenientes del régimen han perdido valor, y la tendencia hacia el voluntarismo y la discrecionalidad ha sido internalizada por quienes ostentan el poder, con frecuencia desembocando en actos arbitrarios. En este contexto, la relevancia se encuentra en las acciones más que en las intenciones, por lo que la narrativa que importará será aquella respaldada por hechos concretos, no solo por intenciones.

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Muchos esperan que la presidenta Sheinbaum, dada su formación de calidad científica, promueva una diferencia significativa en comparación con el presidente López Obrador. Sin embargo, tal expectativa resulta ingenua y sin fundamento. Únicamente un aspecto de su mensaje destaca por su relevancia y pronto se comprobará con hechos su veracidad y alcance: la determinación de gobernar en beneficio de todos los mexicanos.

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