Qué objetivos buscas, hermano mío

Qué objetivos buscas, hermano mío

¿Qué metas persigues, mi hermano?

Es complicado prever que la oposición logre detener la reforma judicial. Un solo senador opositor requiere el respaldo del oficialismo para modificar un principio esencial de todo sistema democrático: la independencia del Poder Judicial. En una democracia consolidada, un senador opositor bastaría, pero en este contexto, donde las lealtades son frágiles, la situación es distinta. Todos los senadores del PRI, PAN y MC han expresado abiertamente su determinación de rechazar la reforma judicial y de estar presentes el miércoles para evitar lo que se da por sentado. De ser así, sería un logro resistir a la cooptación o a la intimidación del régimen, posición que enfatizaría la resistencia social y también de la oposición; además, abriría la puerta a un nuevo capítulo en la historia del país.

Deteniendo la amenaza contra la democracia y sus consecuencias negativas en todos los ámbitos, la presidenta electa se convertiría involuntariamente en la gran ganadora, dejando como perdedor a Andrés Manuel López Obrador. Esto supondría un inesperado punto de inflexión para un reencuentro del país con su democracia y con los actores clave de este proceso, especialmente la presidenta electa, su partido y legisladores, así como la oposición. Es un alto necesario. Ella cuenta con un amplio mandato para gobernar sin restricciones. Más aún, es urgente emprender una verdadera reforma judicial que aborde el mayor problema de México: la impunidad.

Aunque es válido soñar, la realidad a menudo invita al escepticismo. La herencia de López Obrador es como una manzana envenenada, incluso para él mismo y sus seguidores. Su empeño en socavar la democracia y los desastrosos resultados de su gobierno quedan registrados en la historia de forma poco ejemplar. Su lugar se asemeja al de Santa Anna, el seductor de la patria, más que al de Calles, a pesar de su admiración por Mussolini y el fascismo italiano. Mientras que aquel construyó instituciones y utilizó la política para mantener a raya a los militares, López Obrador ha seguido un camino opuesto.

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El futuro de la sucesora es diferente al de su mentor y promotor, pero esto carece de significado si todo se reduce a la forma, si persiste la convicción de que las instituciones tachadas de neoliberales son una barrera para una buena gestión gubernamental. La verdadera prueba es la independencia de la Corte y del Poder Judicial; su supervivencia depende de la cohesión de la oposición. A pesar de una victoria significativa, el régimen podría socavar a la Corte al seguir colonizándola y promoviendo la sumisión, como ha sucedido con las tres ministras que han abrazado complacientemente las directrices del presidente y del partido en el poder.

Las ministras Esquivel, Batres y Ortiz han puesto al descubierto la farsa de la reforma. Sus acciones, decisiones y declaraciones confirman que se busca politizar la Corte, con jueces que decidan en función de los intereses del partido en el gobierno y del presidente de la República. Esto deja desprotegidos a los ciudadanos, ya que la oligarquía que tanto critica el presidente López Obrador siempre encuentra la manera de acomodarse al poder, sin necesidad de reglas, sino a través de acuerdos, como se ha evidenciado en los últimos seis años. Los más ricos han sido los beneficiarios del régimen que supuestamente gobierna para los pobres.

La pérdida de estabilidad económica con el resurgimiento de la inflación y del desempleo sería especialmente perjudicial para los trabajadores y los más desfavorecidos. Aunque se han recuperado los ingresos de los trabajadores en la economía formal en cierta medida, también se ha distribuido una cantidad significativa de dinero a millones de familias en situación de pobreza. ¿Qué significaría esto ante una eventual escalada inflacionaria, con un gobierno en crisis que busca fondos en las reservas del Banco de México, en los ahorros de los trabajadores o en los recursos del INFONAVIT para mantener una situación crítica?

Si se sigue por el mismo camino, el panorama no es alentador ni para el nuevo gobierno ni, lo que es más importante, para los mexicanos. El ejercicio responsable del poder no puede limitarse a la retórica de las buenas intenciones y a las malas cuentas, al doble lenguaje, a la temeraria contradicción entre el discurso y los resultados, entre la propaganda y la realidad como afirmar que han disminuido las ejecuciones, que se cuenta con el mejor sistema de salud del mundo o que la corrupción ya está erradicada.

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En estos momentos difíciles e inciertos de la República, es posible vislumbrar un futuro mejor si se produce un cambio de rumbo en el proceso de deterioro del sistema democrático. Es alentador ver una pequeña luz en el horizonte, con una sociedad despierta que exige cambios y una oposición debilitada y cuestionada que se mantiene firme.

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