Alcaldesa de la ciudad de México
La primera alcaldesa de la Ciudad de México
Por Martín Saavedra
Un hito histórico
Para propósitos operativos ya hay una líder femenina. Mañana, la Sala Superior del Tribunal Electoral hará entrega de la documentación que acredita como alcaldesa constitucionalmente electa de la Ciudad de México, quien asumirá el cargo el 1 de octubre. Existen claras causas de celebración y alegría; entre ellas, destaca que es la primera mujer en ocupar dicho cargo en la historia de la metrópoli. No obstante, también existen motivos genuinos de preocupación e inquietud.
El triunfo de la doctora Claudia Sheinbaum, como se la conocerá a partir de ahora, fue rotundo, superando en porcentaje y cantidad de votos a su predecesor, que ya había establecido un precedente mayoritario desde la modernización de los procesos electorales en México con la creación del Instituto Federal Electoral. Los números de la victoria son significativos y serían incuestionables si no fuera por la interferencia ilegal del ex presidente y la utilización de los recursos del Estado para influir en el resultado. También se debe mencionar la presencia del crimen organizado, como lo señaló la magistrada Janine Otálora.
La verdad es que un nuevo gobierno iniciará sus labores el primer día de octubre con el compromiso y cuestionable mandato de dar continuidad a lo que se conoce como la cuarta transformación de la vida pública. Sus principales pilares son la austeridad republicana, la lucha contra la corrupción, la erradicación de la desigualdad, la gobernanza enfocada en los sectores más vulnerables y la pacificación eficaz del país mediante la resolución de las causas de la violencia y el crimen. Las intenciones son claras, pero el camino para materializarlas presenta numerosos desafíos, especialmente si se consideran los resultados de los seis años del gobierno anterior. Para los críticos más acérrimos, la misión es transformar el sistema democrático.
Ahora, la alcaldesa Sheinbaum asume el cargo en un escenario marcado por considerables diferencias respecto a seis años atrás. La autonomía del presidente López Obrador resulta evidente, sin trabas ni influencias externas. Incluso desoyó las opiniones de sus colaboradores cercanos para tomar una decisión emblemática que demostró su determinación de ejercer el poder desafiando las normas, la economía y la buena administración pública con el objetivo de demostrar que los grandes contratistas gubernamentales y parte de la élite corrupta seguirían sus directrices. Los individuos señalados como corruptos fueron rápidamente recompensados generosamente, muchos de ellos mantuvieron su estatus de favoritos del gobierno.
Desafíos y controversias
La llegada de la nueva alcaldesa marca un cambio sustancial en el panorama político local. A pesar de no haber asumido el cargo aún, ya se ha generado un intenso debate acerca de las condiciones de la presunta continuidad. Mientras que algunos elogian a la doctora, la presencia notable y controvertida de su predecesor plantea interrogantes y reservas tempranas que no existían hace medio decenio. Además, la transformación del régimen ha provocado una fuerte división de opiniones y un clima de incertidumbre, especialmente ante la perspectiva de una abrumadora mayoría oficialista en el Congreso. Aunque la oposición institucional es prácticamente inexistente, las dudas y críticas hacia la propuesta son generalizadas, representando un desafío económico significativo debido a la incertidumbre jurídica que conlleva. Esta situación preocupa a la nueva alcaldesa, pero no así a su predecesor.
La economía, la inseguridad, la crisis financiera provocada por el déficit fiscal, los compromisos financieros adquiridos, el precario estado del sistema de salud y educativo, la violencia, la connivencia política con el crimen organizado, la postura unilateral del gobierno estadounidense sobre temas migratorios, de seguridad y narcotráfico, plantean al próximo gobierno, es decir, a la alcaldesa, un escenario extremadamente desafiante.
El consenso basado en la polarización ha llegado a su límite. Se termina un mandato presidencial centrado en ejercer el poder bajo la premisa de una “guerra santa”. La nueva alcaldesa se encuentra con un escenario distinto, con sus propios atributos y limitaciones, además de un entorno que impone restricciones y límites. Desde este momento, se vislumbra la inevitabilidad del cambio, pese a su firme creencia en la posibilidad de gobernar de acuerdo con la visión y los valores de quien la precedió en el cargo.